En 1563 entró en la Universidad de St. Andrews, que 
abandonó cuatro o cinco años después (sin haber conseguido la 
licenciatura) para emprender un viaje de instrucción por Europa, 
deteniéndose sobre todo en Alemania y Países Bajos. Vuelto a su patria 
en 1581, compartió desde entonces su vida entre los estudios, la 
administración de su patrimonio y los cargos públicos; estos últimos 
consistieron principalmente en participar en varias delegaciones 
protestantes enviadas por el rey en busca de apoyo en la lucha contra 
los católicos. 
        
Vigorosa expresión de esta actitud suya en la 
lucha religiosa de su tiempo es  su obra (publicada en 1593 y traducida 
después al francés, alemán y holandés) A plaine Discovery of the whole Revelation of Saint John.
 Más tarde, concentrado su interés en los temas científicos, proyectó 
máquinas de guerra con vistas a la defensa de la isla británica contra 
Felipe II de España y sostuvo las propiedades fertilizantes de las 
sales. 
Pero su mayor fama la debe a su obra matemática.
 Proponiéndose especialmente facilitar las operaciones matemáticas, John
 Napier inventó los logaritmos (encaminados sobre todo a aliviar el 
difícil trabajo de los cálculos astronómicos), que dio a conocer en 1614
 con el tratado Mirifici logarithmorum canonis descriptio, fruto 
de un estudio de veinte años. La obra aportó una contribución 
notabilísima a la simplificación de todos los cálculos; la invención de 
los logaritmos tiene una importancia que puede ser comparada con la 
invención de la trigonometría y tal vez superior. 
Con los "números artificiales" que introdujo en 
la ciencia, llamándolos "logaritmos" según el neologismo introducido 
también por él, Napier redujo todas las operaciones a la suma y a la 
sustracción. Ya Arquímedes, en la Arenaria, había enunciado una 
proposición que hoy puede ser expresada diciendo que el producto de dos 
potencias que tienen por base diez es igual a diez elevado a una 
potencia que es la suma de los exponentes de dos factores con base diez.
 Según parece, Napier quiso extender a exponentes no enteros y positivos
 aquella proposición de Arquímedes. Para ello Napier tenía que admitir 
que cualquier número puede ser considerado como una potencia de diez con
 tal de que su exponente sea escogido de conveniente manera. El 
hipotético exponente que hay que asignar al número para tener un número 
cualquiera es lo que se llama logaritmo del número. 
El teorema fundamental de la teoría de Napier debía 
tender a demostrar que a todo número corresponde un logaritmo; sin 
embargo, el matemático escocés no sólo no lo demostró, sino que ni 
siquiera enunció ese "teorema de existencia". Llegó por otros caminos a 
sus propias conclusiones basándose en la comparación entre dos 
progresiones, geométrica una y aritmética otra, estableciendo el teorema
 fundamental de la propia teoría y demostrando que si cuatro números 
forman una proporción geométrica, sus logaritmos constituyen una 
progresión aritmética.
Las aportaciones  de Napier fueron acogidas con 
entusiasmo por Edward Wright, matemático y cartógrafo, y por Henry 
Briggs, profesor entonces en Londres y más tarde en Oxford; ambos, 
habiendo visitado a Napier en 1615, le propusieron la creación de los 
logaritmos de base 10, y el mismo Napier los calculó para los primeros 
mil números, publicándolos en 1617. Napier inventó después las reglas 
que llevan su nombre (expuestas en Rabdologiae seu Numerationis per virgulas libri duo,
 1617). Se recuerda también a Napier en la historia de la trigonometría 
por haber encontrado importantes relaciones entre los elementos de los 
triángulos planos (teorema de Napier) y entre los de los triángulos 
esféricos (analogías de Napier).
